lunes, 14 de marzo de 2011

Capítulo 20: "La Campanilla de cabellos negros"


Desperté de una forma sobresaltada, como si acabara de tener una pesadilla, mi corazón latía arrítmicamente y pequeñas gotas de sudor invadían mi tersa frente.
Dejé la cama y me dirigí al baño, al verme en el espejo solté una carcajada escandalosa al ver mis fachas. Tenía la ropa de ayer puesta, mi cabello estaba alborotado y mi rostro somnoliento con la expresión cansada.

Me duché, cambié y salí de la habitación. Las chicas ya estaban desayunando.

-Buenos días -dije dándoles un beso en la mejilla a las dos.

-¿Lista para lo de hoy? -preguntó Adela sirviéndome un vaso con zumo de naranja.

-Recién empieza la mañana… ¿y ya me vienes con eso?
-Si que no te agrada la idea ¿no? -dijo Courtney tomando de la bebida que sostenía delicadamente con sus manos color nieve.

-No es que no me agrade, solo que… me da pereza pensar en ello.

-Lo que te da pereza es que no podrás estar con Michael. -añadió ocurrente Adela.

Y empezaron las primeras risas del día, a pesar de que me molestaban con el tema de Michael, me alegraban mi Universo con sus bromas, sarcasmos, ironías y ruidosas carcajadas. Ellas eran como mis píldoras; Courtney era la píldora para llenar mi mundo de ternura y dulzura, Adela era mi píldora para pisar tierra y volver a la realidad de un tirón.

-Se me hará tarde para ir donde Mike… -me levanté, pero Adela me detuvo agarrando mi brazo con firmeza- ¿qué pasa?

-Hoy no irás donde Michael, tienes que quedarte acá porque Courtney y yo estaremos fuera toda la tarde.

-¿Más sorpresas?

-Mmm, si -añadió Court- te veremos en la fiesta, Adela te dejará escrita la dirección…

-Y… -cortó Adela- tienes que llevar la credencial que te dejaré en la mesa para que sepan que eres una periodista con permiso de acceso.

-Ok, me quedó claro -suspiré- me iré a la habitación, a ver si encuentro algo para esta noche.

Las dejé. Una vez en el cuarto, empecé a buscar entre toda la ropa que ya ni cabía en el clóset color caoba. Escuché la puerta abrirse y a continuación, cerrarse. Supuse que las chicas ya habían salido.

Seguí en mi búsqueda del “vestido perfecto”, busqué hasta en las cosas de Adela… pero nada. Los pocos vestidos que tenía ella o bien eran muy ceñidos o muy modestos.
Soy aburrida, pero no llegando a los excesos.

Volví a buscar entre mis cosas, hasta que ví aquel vestido morado que usé una sola vez. Aquella vez que volví a ver a Josh después de un larguísimo tiempo, solo esperaba no encontrármelo en esa dicha fiesta de mozo, cocinero o aparcador de coches. Ya se le estaba haciendo costumbre aparecerse en frente de mi rostro en la situación menos deseada.

-¡Listo! -dije en voz alta- iré con este vestido porque ya se me esta haciendo odioso fisgonear en las cosas de Adela.

Solté un largo y profundo suspiro.

Tomé el vestido y lo puse delante de mí, me miré en el espejo grande que había en la habitación y sonreí al acordarme lo bien que me ceñía.

-Ahora… ¿qué hago con estas greñas? -me pregunté agarrando mis negros y alborotados cabellos. Parecía una loca hablando conmigo misma, pero es lo que cualquiera hace al estar sola e iniciar una autoevaluación después de días- tendré que ir a una peluquería, ¡estupendo! -dije en tono sarcástico y dejé el vestido tendido en la cama.

Lo observé una vez más y lo acaricié sacando cualquier arruga que lo estropeara. No encontraba razón alguna para tenerle tanto cariño a ese vestido, era una especie de amor ridículo.
Me parecía ridículo porque jamás había sentido afecto alguno por algo que no respirara y simplemente, no tenga vida. Pero, toda esta situación… me había cambiado tanto que ya ni me sorprendía.

De repente escuché un sonido raro que venía de la pequeña cocina, caminé hacia la puerta y la abrí lentamente, sin producir ruido alguno.

Cuando llegué a la cocina, pude ver los pies de alguien que estaba echado en el sillón que daba la espalda. Me asusté.
Caminé dos pasos y me detuve.

-¿A…Adela? -pregunté dudosa.

De pronto el sujeto se sobresaltó y se levantó de un pequeño brinco. Entonces lo reconocí y la sonrisa apareció de forma involuntaria en mi rostro.

-Hola Vale. -con una sonrisa impecable.

-Creo que sigo soñando -dije entre risas.- Michael, ¿qué haces aquí tan temprano?

-¿Soñando? -soltó una risita- créeme que el que está en un sueño soy yo… -se acercó lentamente y con un toque seductor hacia mí, tomó mis dos manos y las entrecruzó- extraño todo de ti.

Y sin dejarme tiempo para reaccionar, juntó sus labios con los míos dándome un beso tierno, suave y dulce.
Jamás había sentido esa forma de besar de Michael, debo admitir que me sorprendió.

Nos separamos un poco, todavía pude sentir su aliento cálido y exquisito embriagarme el rostro. Lo miré con dulzura.

-Me has agarrado desprevenida con ese acto, eh. -acaricié con delicadeza sus definidos y mojados rulos.

-¿Ves que no soy predecible? -dijo mordiéndose levemente el labio inferior.

-Jamás dije que eras predecible, no lo eres… y eso es lo que me fascina de ti. -sonreí.

Hice que él también soltara una hermosa sonrisa, aquellas que me hacían perder la noción del tiempo y la razón total de mis pensamientos.

-¿Lista para esta noche? -preguntó agrandando el espacio entre nosotros, maldije en mis adentros esa distancia.

-¿Tú también? -puse los ojos en blanco y me crucé de brazos.

-¿Qué pasa? ¿No quieres ir? -preguntó en un tono preocupado.

-No, no es eso, solo que… -dudé un momento- esas fiestas me aburren, además ni siquiera será una fiesta para mí. ¡Estaré trabajando! -hice un puchero mientras seguía cruzada de brazos.

Michael soltó una carcajada que hizo que me sobresaltara del susto, al instante volvió acercarse a mí me tomó de la mano.

-Ven… -conduciéndome hacia el largo y estrecho sillón.- a mí tampoco me agrada la idea, pero si paso una tarde contigo… creo que estaré mejor para la noche. -guiñándome un ojo.

El se echó primero en el sillón, dejándome un pequeño espacio. Me reí suavemente y me eché con él, me acomodé lo más que pude para no correr el riesgo de sufrir una aparatosa caída y tener las risas de Michael encima de mí.

Hundí mi rostro en su pecho, al instante sentí el delicioso perfume que me hizo dar un viaje a las nubes de ida y vuelta. Sentí su mano acariciando con delicadeza mi cabello seguido de un suave beso en mi cabeza.

Entonces, empezó a cantar suavemente.

Girl, close your eyes,

let that Rhythm get into you.

Don't try to fight it,

there ain’t nothing that you can do.



Era Rock with you, pude reconocerlo porque fue la canción que más me gustó de Off the Wall, aquel disco que compré en la tienda en donde conocí a Courtney.
Adoraba el ritmo, la letra y ahora… el susurro de Michael muy cerca de mi oído, era como estar en el mismo cielo. Como haciéndole caso a la canción, cerré los ojos y me dejé llevar por él.

De repente, paró de cantar y soltó una risita encantadora que me hizo despertar.

-¿Pasa algo? -lo miré.

-No pequeña, no pasa nada. -afirmó acariciando mi mentón y haciendo que mi cabeza volviera al lugar anterior- solo que… es tan raro estar aquí, contigo, echados, yo cantando… tu soñando.
Ahora fui yo la que solté una pequeña risita, y volví a mirarlo. Sus intensos ojos marrones me arrancaron el alma de una mirada y casi logra cortarme la respiración.

-Te quiero Michael… -fue lo único que pude lograr decir ante tanta perfección plasmada en ese par de ojos.

-Y yo a ti mi pequeña Campanilla, mucho más de lo que te puedes imaginar.

Nos sonreímos como un par de bobos.

-Michael, que yo sepa Campanita tiene el cabello rubio, tal vez si fuera como Courtney sería algo parecida. -dije entre risitas.

-No, tú eres la Campanita de cabellos oscuros… de color azabache. Eres tan diferente, tan única… -mirando al techo.- Esas son unas de las razones por las cuales moviste mi mundo.

-¿Por tener el cabello de color negro? -alcé una ceja.

-¡No pequeña! Por ser tan especial… y sin dejar de mencionar ese gracioso acento -riéndose.

-¡Hey! -le dí un leve golpe en el brazo, pero eso hizo que me ladee mucho y casi caiga estrepitosamente al piso produciendo un frenesí imparable de risas en Michael.

-¿Ves? -dijo abrazándome fuerte- eso te pasa por querer atentar contra mí.

Reímos un rato hasta que el silencio invadió nuestro ambiente, yo quedé acurrucada en sus brazos y él siguió tarareando una canción que no pude reconocer.

No calculé cuanto tiempo estuvimos en esa posición, pero cuando ví el reloj de pared que había, me dí cuenta que ya nos había agarrado la tarde.

-Michael, ya son las 5… -dije asustada.

-No importa, no hay que ir… prefiero quedarme aquí. -quejándose.

-¡No! Adela y Courtney estuvieron molestándome por esa fiesta, si falto… me matan.

-Está bien -dijo levantándose lentamente- Te veré más tarde, ¡ah! No olvides que tengo al que proponerte.

Quise insistir para que me diga en ese momento cual era esa “proposición”, pero me contuve y no le pregunté nada.

-Claro, no lo olvido… -sonreí y lo acompañé hasta la puerta- Michael… ¿no tendrás problemas al salir?

-No, tengo todo controlado. -guiñó un ojo y se puso los lentes de sol.

-Si tú lo dices, nos vemos más tarde.

Después de un beso fugaz, cerré la puerta y me quedé ahí, parada. Solté un suspiro profundo, como la de una adolescente enamorada y sonreí mordiéndome el labio inferior.
Creo que después de esa magnífica tarde, estaba de humor para soportar cualquier cosa esa noche, hasta una nueva aparecida de Josh. Pero para ser sincera, si eso pasa… mi cuento de hadas se verá otra vez interrumpido.




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Y estamos llegando a los 20 primeros capítulos de este fan fic :)
Solo quiero darles las gracias a las que me leen y comentan, decirles que son mi fuerza para seguir con esto! Sus comentarios son lo fundamental, NO LO OLVIDEN ;)

Gracias otra vez!
Un beso para todas.
L.O.V.E

domingo, 6 de marzo de 2011

Capítulo 19: "La otra Valeria."


-Supongo que no tengo opción, ¿no? -acepté sin más.
-Nop… no la tienes.

Adela sabía lo pesado que se me hacía esa idea, que me fastidiaban esas ostentosas fiestas y que ahora no estaba de humor como para soportar un día entero sin poder siquiera hablarle a Michael.
-Pero, ¡hey! Será divertido. -dijo Courtney soltando una sonrisa de oreja a oreja.
-¿También irás tú pequeña?
-Claro que irá, Michael nos invitó a las tres, aunque tú ya tenías una invitación separada… como PE RIO DIS TA. -apuntándome con su dedo índice.
-Adela, ya entendí -suspiré- y… ¿cuándo es esa bendita fiesta?
-Mañana, así que tenemos que ir de compras.
-¡No! Para mí no es necesario, me pondré algo que tengo refundido por ahí, más bien… cómprale algo a Court.
-Como quieras Vale…

De repente, se escuchó el sonido de un teléfono.
-¿Teníamos teléfono en este departamento? -pregunté señalando atrás mío.
-Si, ¿contéstalo quieres? -me ordenó Adela, como ya me tenía acostumbrada.
-Claro… mamá.

Me levanté y Adela lanzó un cojín contra mí haciendo que Courtney riera a carcajada abierta y yo salga corriendo a contestar el teléfono que no dejaba de sonar.

-¿Hola? -contesté tímidamente.
Al instante escuché una risita que causó una descarga eléctrica en todo mi ser.
-Vale, soy yo… Michael.

Como si no lo supiera, podía reconocer su pequeña risa o simplemente su delicada respiración a 1000 Km. de distancia sin problema alguno.
-Sé que eres tú, ¿todo bien?

Otra suave risita.

-Si todo bien, solo quería saber… -corto silencio- Adela te dijo sobre…
-¿La fiesta? -interrumpí- Si ya me lo dijo.
-¿Y…?
-Si iré, no tengo opción… es por trabajo ¿no?
-En tu caso si… y -otro poco de silencio- ¿te dijo ese pequeño detalle?

¿“Pequeño detalle”? Si claro…


-Aah… ¿ese pequeño detalle el cual no puedo ni hablarte, tocarte, ni mirarte?
-No exageres, si podrás hacer esas cosas… pero no como tú y yo quisiéramos.

Esta vez los dos soltamos risitas llenas de picardía, definitivamente Michael era el único que podía producir eso en mí.

-Además -cortando con las risas- tengo algo qué proponerte ese día.
-¿Proponerme? Pe… pero ¿no me lo podrías “proponer” por acá?
-¡Qué curiosa eres! Es una sorpresa, así que… ni pienses que te diré algo por este medio.
-Está bien… no insisto más.

Estuvimos un rato en silencio y pude sentir la suave y armoniosa respiración de Michael, era como un delicado cantar de los ángeles, como un susurro celestial.
-Bueno Campanilla, tengo que dejarte… hay cosas por realizar que ya te las contaré más adelante, te llamo mañana ¿si? Te quiero pequeña, adiós.

Y sin darme tiempo de contestarle… colgó.

Miré el auricular del teléfono de manera extraña y lo puse en su lugar para luego caminar arrastrando los pies hasta donde estaba anteriormente y me tiré sobre el sillón subiendo las piernas y dejando caer mi cabeza encima de mis brazos.
De pronto, Adela y Courtney empezaron a reír fuertemente como si de una explosión se tratara.

Levanté la cabeza de golpe.

-¿Qué les causa tanta risa par de enanas?
-No puedo creer que Michael te haya cambiado tanto Valeria -tapándose los labios- mira, hasta la forma de hablar.
-Tu manera de mirar, tu paso al caminar ¡TODO! -añadió eufórica Court.
-Creo que ya es suficiente -levantándome- yo sigo siendo la misma de siempre y si me disculpan, me voy a descansar de sus ocurrencias… buenas noches.

Y aunque no era muy tarde y ni tenía sueño, me sentía tan fastidiada… y ¿por qué? Porque Adela y Courtney me estaban cansando con todo ese tema… y ¿lo peor de todo? Es que tenían toda la razón del mundo.

Se podría decir que todo esto se me esta escapando de las manos, me estaba enamorando de Michael cada vez más y más. Su sonrisa, sus intensos ojos marrones, su suave y tersa piel morena, esos rizos intensamente negros, cada caricia, cada mirada, los susurros… los “te quiero.”
Todo, absolutamente todo de él, estaba haciendo que caiga rendida al amor. Como una paloma herida al contacto de la bala de su asesino.

Ya echada en la cama con la vista hacia el techo sentí que las horas pasaban lentamente, hasta podía escuchar el leve “tic-toc” del reloj de pared que había en la habitación.

-Ok- murmuré para mí misma- caí como una mansa paloma ante los brazos de Michael, ahora… debo prepararme ante las consecuencias de mis impredecibles actos. Sin duda alguna… soy “otra Valeria”.

Solté un largo suspiro, cerré los ojos y sin cambiarme de ropa o levantar las sábanas de la cama, me quedé dormida sin aviso alguno.