jueves, 30 de junio de 2011

Capítulo 25: "Lo indeseable."


Jamás traté con ese hombre, pero tan solo con verlo hacía que me ponga nerviosa y agarre algo de temor.
Era Joseph Jackson, el padre de Michael.

Se detuvo frente a mí y me miró de pies a cabeza, con la expresión llena de amargura.

-¿Quién eres tú? -preguntó en un tono molesto y poco cortés.

Los hermanos de Michael se miraron confusos y se retiraron rápidamente de la sala al sentir el incómodo ambiente que se estaba produciendo.

-Valeria, mucho gusto. -dije ofreciéndole una mano la cual no sostuvo y la bajé con timidez- Vengo a entrevistar a su hijo.

-¿En serio? -soltó una risa burlona y escandalosa para luego dirigir su mirada a Michael- ¿Cuántas veces te he dicho que las entrevistas dentro de esta casa están prohibidas?

-No te pongas así Joseph, Valeria también es novia de Michael. Sé gentil, por favor.

Volteé mi mirada y vi que Katherine había entrado diciendo esto con una voz suave.
No sé por qué sentí como si una tercera guerra mundial se desataría en ese instante, temí lo peor y tenía razón para hacerlo.
Joseph me miró con sus ojos avellana de manera desafiante haciendo que yo baje la mirada sintiéndome indefensa.

-¡¿Qué diablos acabo de escuchar?! -gritó de pronto Joseph causando que Michael se pusiera tenso- ¿Novia? ¡Debe ser una broma!

-No, no lo es. -respondió Michael desafiándolo con la mirada- Y deja de gritar, por favor.

-¿No te das cuenta que esta chica solo te esta usando para sacar una buena entrevista? Michael, no es más que una…

-¡Ni te atrevas a insultarla! -le cortó Michael y se puso frente a mí- ¡Te prohíbo que lo hagas!

-¿Tu prohibiéndome cosas a mí? ¡¿Quién te has creído tú!? -exclamó Joseph que en ese momento ya tenía la mano alzada con intensiones de hacerle algún daño a Michael.

Sentía que si ese hombre era capaz de agredir a Michael, mis modales se iban a desvanecer e iba a hacer que lo lamentara. Presenciar esa escena fue lo más desesperante que he podido vivir, sentía impotencia, debía decir algo para calmar las cosas, pero debía pensarlo bien… sino solo iba a conseguir empeorar todo.

-Cálmate Michael. -le susurré en el oído para luego ponerme en medio de los dos y miré a Joseph tímidamente- Por favor, no lleve las cosas al límite, no tengo malas intensiones con Michael. Debería pensar antes de juzgar a alguien que ni siquiera conoce.

Cerré los ojos y ladeé mi cabeza como esperando una sentencia de muerte, para mi sorpresa Joseph dio media vuelta, empezó a caminar sobándose la cabeza como si en cualquier instante iba a perder el juicio.

-Solo te diré una cosa. -volteó para apuntarme con su dedo índice de manera amenazante- Han habido muchas tipas como tú en su vida, así que no te sientas especial, sé que en cualquier momento te dejará y serás una más del montón. -rió de manera irónica y miró a Michael- Y tú, deja de andar conquistando chicas y preocúpate en los negocios.

No podía creer lo que me acababa de decir, es más, no lo creía. Joseph desapareció de la vista de los dos junto con Katherine quien minutos antes se disculpó conmigo por lo que había pasado.

Me quedé varios minutos parada en medio de todo, tratando de procesar aquellas palabras hirientes de Joseph. De pronto sentí las manos de Michael acariciar mis hombros con delicadeza, abrí los ojos al contacto de sus manos pero no volteé, seguí sin decir nada durante otro par de minutos.

-No creas nada de lo que ese tipo te ha dicho. -susurró en mi oído- No le creas Campanita… nunca creas en las palabras de Joseph.

Volví a cerrar los ojos y sentí como una lágrima caía por mi mejilla, la atrapé al instante secándola con el reverso de mi mano, suspiré y decidí voltear para encontrar la mirada de Michael.

-Jamás creería en un hombre como él. –dije en un hilo de voz - Pero sus palabras fueron muy… duras.

Lo abracé porque lo necesitaba, solo un abrazo de él podía hacerme olvidar en un abrir y cerrar de ojos todo lo malo.
Aquel incómodo momento había perturbado el nuestro, había irrumpido en nuestro pequeño mundo que siempre construíamos cada vez que estábamos juntos. Joseph fue el único tipo capaz de acabar con nuestra paz y convertir nuestro cielo en un completo infierno, eso era lo que más me enojaba en ese instante en que me refugiaba en los brazos de Michael y estaba segura que él sentía lo mismo, pero trataba de no mostrarlo para poder olvidar aquello de una vez.

-Me siento tan mal por dejar que Joseph te haga pasar ese mal rato… -dijo de repente Michael apoyando su mentón en mi frente- no merecías escuchar sus ridiculeces.

-No te sientas mal, no fue tu culpa… Michael, en cualquier momento iba a pasar esto ¿o acaso pensabas no decirle lo de nosotros? –solté una risita- es mejor que se haya enterado de una vez.

Michael posó un delicado beso en mi frente y después fijó su mirada haciendo que temblara por la intensidad que destilaba; una caricia y después un beso en los labios, la manera perfecta de terminar un bochornoso encuentro como el que acababa de pasar.
Si hubiera tenido que escoger un perfecto final, definitivamente sería este.

-Adoro cuando mejoras todo de esta manera… -susurré haciendo que soltara una amplia e impecable sonrisa.

-Ups, ¿interrumpo? –se escuchó de repente, era uno de los hermanos de Michael.

-No. -respondió irónico- Valeria, él es Jermaine.

Lo saludé gentilmente.

-¡Así que tu eres la famosa Valeria! –exclamó lleno de alegría.

Me sonrojé y miré a Michael quien estaba riendo al ver mi intimidada expresión.

-¿Famosa? No, te has equivocado… yo solo soy una periodista. –respondí queriendo parecer extrovertida.

-Y… la novia de mi hermano. –continuó dándole un leve golpe de codo al brazo de Michael- Bueno, me tengo que ir, gusto en conocerte aunque sea unos segundos Valeria.

Se despidió para después retirarse apresuradamente.

-Lo siento otra vez por tener que soportar a Jermaine. –dijo Michael riendo.

-No te preocupes, al menos el si fue agradable. –sonreí.

Afortunadamente, Michael estaba rodeado de gente que lo quería, como sus hermanos y principalmente su madre.

Cuando llegó el momento en que tenía que irme, acordamos unas cosas para lo que se venía mañana, me daba miedo… pero sabía que junto él lo podía superar.
“No te olvides, mañana temprano en donde quedamos, ¿está claro?”, fue lo último que escuché antes de subirme al taxi que me llevaría a casa.

Ahora solo dependía de mí que todo se diera sin ningún problema de por medio.

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¡Chicas!
Me detengo un instante aquí porque quiero explicarles el por qué de mis retrasos para publicar capítulos.

Lo que pasa es que, estoy pensando dejar la novela. Sí, en serio... lo estoy considerando. Una de las razones por las que decidí publicar este blog fue porque me moría por saber las opiniones de otras personas hacía la novela, si estaba buena, mala... si le faltaba esto o aquello.

Pero veo que no. No recibiré esos comentarios que llenan de alegría a cada chica que publica una historia, no recibiré las críticas que hacen que una crezca cada día más para poder regalarles este pedacito de novela... este pedacito de mí. 

Porque eso es lo que es... un pequeño refugio en donde yo me expreso a través de esta historia.
Yo sé que no esta a la altura de otras, pero hago el intento. Porque escribir es una de mis pasiones y lo ejecuto las veces que puedo... y las veces que lo necesito hacer.
Porque si nadie comenta en cada capítulo ¿por qué publico esto en un blog? mejor lo dejo en donde comenzó, en un pequeño archivo de Microsoft Word.

Ahora, tampoco las estoy obligando pero... si yo les ofrezco un poco de esta historia. ¿Ustedes no pueden ofrecerme un segundo de su tiempo para dar una pequeña opinión?
Se los dejo a criterio de cada una.

Por el momento, seguiré procesando esta idea que me tiene inquieta últimamente.

Un beso inmenso a cada una de ustedes.
¡Adiós! (L)

PD: Chicas, acabo de comenzar un nuevo proyecto. Las que esten interesadas acá les dejo la dirección: Nada en especial...
¡Hope you like it!

lunes, 13 de junio de 2011

Capítulo 24: "Fortaleza"


Narra Michael.

Estaba sentado al pie de uno de los muchos ventanales que había en esta mansión, miraba con melancolía el inmenso jardín que yacía afuera y esperaba ansioso a que Valeria llegara.

Valeria, mi hermosa e inocente niña. Aquella chica de cabellos azabache y ojos oscuros había logrado cambiar mi mundo entero, tan solo pensar en ella hacía que todo tome un color diferente y que mis inseguridades desaparezcan. Tenía mucho que agradecerle, pero nunca encontraré la manera, ella se merecía todo el amor que le había otorgado hasta el momento y más… muchísimo más.

Desde el primer momento en que la vi supe que era ella la mujer con la que quería estar cerca, la mujer a la que le abriría mi corazón y a la que le permitiría derrumbar la coraza que mantuve intacta durante años.
Cuando la conocí me pareció la chica más graciosa del mundo, pero lo más raro es que ella en un momento me contó que era todo lo contrario, que solía ser demasiado seria y que muchas veces llegaba a ser aburrida y renegona. Me acuerdo que reí mirándola fijamente y ella se sonrojó luciendo aún más hermosa, todavía no entiendo cómo pude tener tanta suerte en que ella me entrevistara.
Casi no acepto conceder tal entrevista, pero algo en el fondo de mi corazón me decía que lo haga y así pude entender, que el corazón nunca se equivoca.

Poco a poco la fui queriendo con intensidad, poco a poco ella se adueñó de todos mis pensamientos, algunas veces hasta me asustaba, porque el sentimiento crecía cada vez más llegando a un punto en donde ni yo mismo lo entendía, hasta el momento en el que ella me susurró un “te quiero” al oído.

Pude notar el cambio de Valeria, repentino pero genuino, recuerdo que antes de poder entablar una conversación, ella tenía un aspecto muy rudo como si tuviera una barrera protectora y por eso pudimos entendernos a la perfección ya que los dos la teníamos porque nos habían hecho mucho daño en el pasado y nos asustaba abrirnos tan repentinamente ante las personas, pero fuimos perdiendo ese miedo de a pocos y lo más hermoso de todo, que lo hicimos juntos.

¡Ayer estaba tan bella! Podría decir con seguridad que las estrellas estaban celosas y la luna llena, invadida por la envidia.
Sus delicados rizos bailaban al ritmo del viento, adoraba su cabello cuando lo tenía lacio, pero ese detalle de anoche hizo volar mis sentidos, su mirada fuerte, segura pero dulce a la vez estaba siempre fija en mí, demostrando sinceridad en todo momento y en cada palabra que decía.
Me encontró hablando con Brooke, estoy más que seguro que sintió celos, ella lo negó, pero puedo reconocer su expresión a miles de kilómetros cuando algo le molesta. Jamás la dejaría, por más que Brooke sea una bella mujer, jamás dejaría a mi Campanita de cabello oscuro por ella.

Cuando imagino el momento en el que tendré que despedirme de Valeria, el corazón inevitablemente se me hace pedazos de poco en poco, no iba a poder manejar toda esta situación.
Mi vida estaría tan vacía, sin el encanto de ella, sin su risa de niña, sin la dulce mirada que destilaba de sus ojos oscuros… sin su calmada respiración bañándome el rostro, sin sus besos que me llenaban el alma.
Simplemente, no podría manejarlo.

-Ya llegó Valeria… te esta esperando en la sala. -me avisó Janet entre alaridos sacándome de mis pensamientos.

Bajé y ahí estaba ella, parada de espaldas. Tenía su hermoso cabello lacio de regreso, vestía ropa sport. Tan sencilla y encantadora a la vez.
Decidí asustarla, avancé ágilmente hacia ella sin hacer ruido alguno y tapé sus ojos con mis manos.

-¿Michael? -preguntó sobresaltada riendo, apartó mis manos, volteó y me dedicó una sonrisa- Veo que a ti no te afectó acostarte tarde.

-No. -dije acariciando su fino mentón- El solo hecho de saber que vendrías hoy me despertó sin problema alguno. ¿Te das cuenta de la fortaleza que me das?

Noté como poco a poco un leve rubor se apoderaba de sus mejillas dándole un aspecto adorable, al instante deposité un suave beso en sus labios, sostuve su cintura con firmeza atrayéndola más hacía mi y ella rodeó mi cuello con sus brazos.
Aquello fue increíble, me llevó a otra parte… a otro Universo, quizás.

Nos separamos un par de centímetros y su sonrisa otra vez iluminó la sala.

-Créeme, con esto me has dado la fortaleza suficiente como para trabajar mil años sin parar. -susurró bañándome el rostro con su cálida respiración- Sabía que un beso tuyo me daría fuerza, no sé que haré el día en que ya no los tenga a mi alcance.

En ese momento un nudo se formó en mi garganta produciéndome un fuerte e incómodo dolor.
Me solté de sus brazos acrecentando la distancia entre los dos pero quedé sosteniendo sus manos con fuerza.

-No pienses en eso, debemos vivir el presente, ¿ya no te lo dije? -ella asintió mirándome con ternura- Entonces, borra por un momento esa idea de tu mente. -besé su frente delicadamente y la llevé hacia el sillón, nos sentamos y ella me miró fijamente con un poco de preocupación- ¿Pasa algo?

-Michael, quería hablarte sobre el… -bajando la voz- viaje, tengo que decirte algo. -dijo esto y se mordió el labio inferior en acto de nerviosismo.

Temí lo peor, en ese momento la idea de que quizás Valeria se haya arrepentido de haber aceptado el viaje atacó mi cabeza, me puse tenso y ella lo notó.

-No te pongas así, no lo cancelaré. -sonrió de lado- Pero, no puedo cumplir exactamente con la parte del “trato”, verás… haremos ese viaje, pero el destino tiene que ser otro.

-¿Por qué? -todavía no había conseguido el alivio, seguía tenso.

-Porque simplemente no puedo regresar allá, han pasado muchos años desde que me fui y… es complicado para mí, necesito que me entiendas Michael. -ella me miró de manera suplicante frunciendo delicadamente el seño, al parecer creía que iba a reaccionar de mala manera.

-Te entiendo pequeña, no tienes por qué angustiarte… te entiendo perfectamente. -dije acariciando su cabello para calmarla- No te preocupes, buscaré otro lugar a donde podamos ir.

Y sin darme tiempo de reaccionar, se lanzó sobre mí abrazándome con fuerza. Al instante percibí su embriagador perfume, una combinación exquisita de vainilla y rosas penetró mi nariz llenándome de una sensación casi celestial.

-Gracias, solo tú tienes la capacidad para comprenderme. -susurró cerca de mi oído logrando que me estremeciera, me besó en la mejilla suavemente y se separó de mí.

-¿Ya sabes cómo huirás de Adela sin que se de cuenta? -pregunté entre risas.

-La verdad, no. -rió ella también- No suelo hacer planes, dejaré que todo salga al momento, amo arriesgarme, el peligro es mi pasión. -dijo haciendo un mohín de niña mala.

-Olvidaba que eras periodista. -dije riéndome con más fuerza- ¿A ustedes les encanta el peligro, no?

-No siempre, es emocionante… lo admito. Pero solo lo hacemos cuando vale la pena, en mi caso, solo perseguía a políticos.

-¿Políticos? -pregunté lleno de curiosidad- Entonces, ¿por qué te mandaron a entrevistarme?

Ella me miró y empezó a reírse con mucha fuerza, sus risas hicieron eco por todo el salón.

-Porque dijeron que era la más indicada para hacerlo, ¿raro no? -encogiéndose de hombros- Pocas veces entrevisté a artistas, es que… siento que los políticos eran más fáciles de atrapar, ustedes, no. Absolutamente no. -sacó de su bolso una grabadora y empezó a revisarla- Me acuerdo que una vez por perseguir a Madonna caí en un jardín bruscamente y me torcí el tobillo, desde ahí decidí no hacerlo más.

-¿En serio? -ella asintió- Yo siempre pensé que tu trabajo era fácil, tu sabes… corretear gente famosa debe ser genial, ¿no?

-No Michael, no es para nada genial. Es agotador y estresante, bueno… hay algunos que aman hacer eso, pero yo no. -dijo frunciendo el ceño- El periodismo es mi pasión, pero el verdadero periodismo; serio, dedicado y genuino, sin ninguna tontería publicitaria de por medio.

La admiré, en ese momento la pasión con la que hablaba no se comparaba con nada. Miraba fijamente sus ojos oscuros y me daba cuenta que la amaba intensamente, sin ningún temor.

-Tenían razón, eres la más indicada para cumplir con este trabajo. -ella me miró, sonrió de lado y siguió preparando la grabadora que sostenía con sus pálidas manos.

-Bueno. -suspiró- Avancemos con esto, estamos algo atrasados, eh.

Comenzó a hacer preguntas con su grave pero agraciada voz, yo hacía el intento de responder sin trastabillar, no quería malograr su trabajo… pero lo irónico era que estaba apunto de hacerlo con el viaje.
Ese era uno de mis temores hasta ahora, por un lado me alegraba la idea que pasaremos un tiempo juntos, sin ningún tipo de molestias; pero por otro sentía que la estaba haciendo correr un gran peligro y eso era lo que menos quería, ponerla en peligro.

Pasamos horas metidos en la entrevista, cuando de repente escuchamos voces y risas de personas que estaban a punto de entrar en la escena.
Valeria se sobresaltó y apagó con un poco de torpeza la grabadora, me miró confusa, pero para ese momento yo ya sabía de quiénes se trataban.

Era mi padre acompañado de mis hermanos.