martes, 30 de noviembre de 2010

Capítulo 3: "Una llamada y tantas emociones.."


-         T… tu? - mis ojos estaban abiertos como platos.
-         Sé que mi llamada no te causa alegría y mucho menos emoción, pero necesitaba llamarte, porque aunque no he estado presente en tu vida… sé de tus planes y de las cosas que haces o dejas de hacer.
-         Hace más de diez años que no hablo contigo… papá.
Al decir esta última palabra, las ganas de llorar aparecieron de una manera brusca, mis ojos al instante se llenaron de lágrimas.
-         Lo sé hija, pero …
-         ¡No papá! - lo interrumpí.- tu no puedes llamarme como si nada después de todos estos años, no sabes todo lo que he pasado por tu ausencia. Creí que eras diferente a mi madre cuando me regalabas esos pequeños momentos de cariño, momentos de preocupación hacia mi… ¡pero no! Resultaste lo mismo que ella, yo… ya no quiero seguir escuchándote, lo siento.
-         ¡No me cuelgues!, te lo ruego… sólo quiero que me atiendas por un momento hija.
-         Dí lo que tengas que decir… rápido. - le dije casi gritando.
Mi padre suspiró.
-         Yo, no te dejé… yo simplemente me hice a un lado para dejarte hacer con tranquilidad tu vida, era un estorbo para ti. Con mi alcoholismo te estaba estancando en muchas cosas y yo solo quería que tú salgas de este infierno al que estabas siendo sometida y en el que injustamente te estabas hundiendo. Hija, todo este tiempo trataba de tener noticias de ti a través de Adela y por favor!, no la juzgues… yo le insistí demasiadas veces hasta que aceptó mandarme noticias sobre ti. En todo este tiempo estuve en rehabilitación y gracias a las cosas que llegué a saber de ti, cada día me daban fuerzas para continuar, luchar por mi objetivo… y -se le quebró la voz.- por fin he podido curarme, sin ningún tipo de recaídas.
No me pude contener más y rompí en llanto como una niña aclamando por el amor de su padre. Mi rencor hacia él había desaparecido por completo.
-         Papá, yo… estoy tan feliz de escuchar eso. No sabes cuánto deseé escuchar esas palabras y hoy al fin pude oírlas. Tú me haz hecho demasiada falta y nunca pude entender el por qué de tu abandono hasta hoy. No te imaginas cuanto te amo papá, a pesar de todo… tú fuiste el único que me preparó para la cruda realidad que me esperaba, gracias a ti pude salir adelante ante los problemas que se me presentaban. De ti y sólo de ti saqué esa fortaleza, papá… por favor nunca más vuelvas a perder contacto conmigo… te lo ruego, voy a necesitar mucho de ti… por favor…
-         Hija, jamás me volveré a alejar de ti… no puedo cometer el error dos veces, tu ya tienes a tu padre de vuelta mi cielo. Yo voy a estar a tu lado de cierta forma de aquí en adelante, ahora que estas creciendo poco a poco en tu carrera. Adela me comentó que irán a Los Ángeles, sé que harás un trabajo excelente, así que esta demás desearte suerte… porque como te dije un día, la suerte es sólo…
-         Para gente mediocre -lo interrumpí.
Nos empezamos a reír juntos y yo sequé mis lágrimas, sentía como mi corazón poco a poco se liberaba de la pesada amargura que llevaba desde muy pequeña. Después de unos largos diez años, mi padre había vuelto a parecer en mi vida; luego de encargarme con una familia no muy agradable, pero apareció en el momento justo y exacto en que mi vida iba a tener un cambio no tan brusco, pero repentino.
Hablé con mi padre por unos minutos y de ahí, colgué. Mis ojos se cerraban de sueño y me dirigí a ponerme el pijama. Traté de no hacer ruido al cambiarme y después de hacerlo, fui a acostarme al sillón de mi pequeña sala. Me puse a pensar en lo sucedido hace unos momentos y el hecho de pensar que mi padre había vuelto a mi vida, me sacaba una risa involuntaria.
Entre esos pensamientos, me quedé dormida.
En lo que me parecieron cinco segundos, sentí los empujones y gritos de Adela.
-         ¡¡Valeeeee!! ¡¡Levántateeee!!
-         Adela, muero de sueño… ¡no grites!
Fue hacia la ventana de la habitación y abrió las cortinas de un porrazo, la luz golpeó mi rostro y yo casi no podía abrir los ojos.
-         Tenemos que abordar un avión “querida” Valeria.
-         Ok, ya estoy despierta… ahora me levanto.
Con una pesadez inexplicable me levanté de la cama y me metí a la ducha, después de un largo rato… salí, me puse lo más cómodo que tenía y cuando terminé de arreglar los últimos detalles para el viaje, me asomé a mi también pequeña cocina y noté que Adela ya estaba ahí esperándome para el largo día.
-         Ejeem… ayer cuando te fuiste a dormir, recibí una llamada muy interesante. -me acerqué a ella lentamente y observándola con cuidado.
-         ¿Sí? ¿Y se puede saber quién era?
-         Claro… ¿conoces a un tal Gonzalo Márquez?
Sobresaltada, se alejó de mí.
-         Valeria, ¿tu papá llamó?
-         Si Adela, mi padre llamó después de todo este tiempo, ¿puedes creerlo?
-         Eso me termina de alegrar el día, ¿pero cómo…? -se quedó callada.
-         Pero ¿cómo… qué?
-         No, no nada… olvídalo.
-         No, termina con lo que estabas diciendo Adela.
-         Pero, no iba a decir nada importante… ¡olvídalo ya!
Se estaba yendo de la cocina, pero la detuve sujetándole el brazo y la volteé hacia mí.
-         Sé que haz estado informándole a mi papá sobre las cosas que estuve y estoy haciendo. Pero, no te preocupes… no te juzgo, sé que lo hacías para protegerme y ayudarme… sé que nunca me harías daño.
-         Valeria discúlpame por no contártelo antes, pero tu padre me dijo que…
-         ¡Lo sé, lo sé! -sostuve con mis dos manos su rostro.- no te disculpes… todo esta bien, más bien gracias.
Ella sonrió y se alejó. Todo ese rollo era… asunto olvidado.
-         De nada Vale… -cambió de tema drásticamente.- ahora, tenemos que irnos, a las 12 sale el avión y…
-         Ok, vámonos… ya estoy lista.
Cerré la puerta y eché llave a la cerradura, aseguré la entrada de mi pequeño departamento, fruto de mi esfuerzo y mis ganas de tener una vida decente. Tomamos el taxi que nos llevaba al aeropuerto y en todo el camino anduve mirando el gris panorama por la ventana del vehículo y sumergida en mis pensamientos no hice nada más que aclarar mis ideas y objetivos.

“Y si de repente ya no vuelvo a ser la misma? Y si de repente mi vida cambia y las cosas que tenía planeado hacer, desaparecen? Tal vez tenga miedo, pero arriesgarme sería lo mejor para mi. Tengo que aprender a mantener mis ideales y las cosas que pienso emprender, tal vez así supere los problemas que se me presenten con frecuencia, tal vez así supere todo lo negativo y mi corazón vuelva a conseguir por completo su color rojizo. Ojalá y este en lo correcto, creo que todo es cuestión de mí y de mis atrofiadas decisiones, trataré de mantenerme firme ante las dificultades y no descansaré hasta establecer mis pensamientos y mis alucinadas, pero muy optimistas metas.”

Hubo un momento que mi corazón se entristeció y solté unas cuantas lágrimas. Adela se percató y sujetó mi mano.
-         ¿Qué pasa Vale?
-         No sé, de repente me dio una sensación de nostalgia.
Me miró extrañada.
-         ¿Nostalgia? Pero, si sólo nos vamos a quedar una temporada, ven… recuéstate y tranquilízate, todo saldrá bien.
Me recosté en su hombro y traté de despejar mi mente de esos pensamientos que hacían despertar en mí aquella sensación de tristeza combinado con emoción y ansiedad.
Estuve un rato en esa posición, hasta que llegamos al aeropuerto.
Después de unos papeleos aquí, firmas allá y revisiones algo molestas, abordamos el avión. El corazón me palpitaba con fuerza y las ansias crecían más y más.
“En unos momentos despegamos, tomar sus respectivos asientos por favor, gracias”
-         Uff!, ya era hora.
-         Adela, recuérdame no hacerte caso la próxima vez.
-         ¿De qué hablas?
-         Jamás me pidas volver a viajar sea la razón que sea.
Nos quedamos mirando fijamente y el tumultuoso ruido del avión nos interrumpió. Adela quedó algo sorprendida ante mis palabras y yo había quedado tranquila ante su reacción, no hubo más conversación durante el viaje y yo caí dormida, porque dormir era mi única escapatoria a la tranquilidad y a la paz conmigo misma.
Así las horas pasaron como por arte de magia, escuché entre mis sueños la voz de Adela y me desperté sobresaltada.
-         ¡Vaya! Si que tienes el sueño pesado, tenemos que bajar.
-         Q… Que, ¿ya llegamos? -bostecé.
-         Si, párate… ¿o quieres quedarte aquí?
-         No seas boba, ya… bajemos.
Cuando bajamos me dí cuenta de que ya había anochecido, Adela y yo estábamos extasiadas. ¿Y cómo no estarlo?, si nos encontrábamos en un mundo totalmente diferente, lleno de luces y de gente con la alegría y amabilidad a flor de piel. Estaba anonadada, encontraba a Los Ángeles hecha una maravilla, cada poco de calle que veía, me quedaba enamorada y con ganas de conocer más. Pero noté el cansancio de Adela mientras nos dirigíamos al hotel, así que no quise proponerle alguna salida para ir a conocer la vida nocturna de esta ciudad, sólo me mantuve callada y fingí agotamiento.
-         ¡Qué cansada estoy!, necesito una cama en este instante.
-         Bueno, el viaje fue agotador.
-         Para mí, si… ¿para ti?, no lo creo, te quedaste dormida como oso en invierno.
-         ¡Aaay! No seas exagerada, no es cómodo dormir en esos asientos, casi ni pude tener buen descanso.
-         En fin, tienes que guardar fuerzas para mañana, así que… llegas y te acuestas, ¿va?
-         Sí, lo que tú digas… mamá. -empecé a reírme.
-         JA JA… qué graciosa eres Valeria, en serio me matas.
-         Ya, olvida lo que dije.
Llegamos a un lindo hotel, no era lo más lujoso de la ciudad, pero era acogedor, cómodo y lo más importante… limpio. Cuando entramos a la habitación, empezamos a desempacar lo necesario para esa noche. Adela apenas terminó de ponerse el pijama, prácticamente se lanzó hacia su cama y cayó rápidamente rendida en sus sueños y ni siquiera tuvo el ánimo de decirme “buenas noches, Vale”. Yo no tenía mucho sueño, me tomé el tiempo para cambiarme y ordenar algunas cosas de mis maletas, me metí a la cama y puse la mirada al techo… analicé y ordené mis pensamientos una vez más hasta que poco a poco me fui quedando dormida.
Sabía que al día siguiente me esperaba un día cargado…

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Capítulo 2: "A pocas horas.."



Hubo un silencio incómodo.
-         Ok, lo escucho.
-         Sé que estas en el proyecto pero, como te adelantó Adela, necesito que viajes con ella a los Ángeles para averiguar sobre la… “estrella del momento”.
-         ¿”Estrella del momento”? A ver Sr. Ramírez, estamos en 1982, ¿de qué artista me habla? ¿Stevie Wonder? ¿John Travolta? ¿Madonna?
-         - No Srta. Valeria -me interrumpió.- hablo de Michael Jackson.
-         ¿M... Michael Jackson? Esto es raro señor, yo no me dedico a cosas del espectáculo y… lo siento, pero me niego a viajar.
El Sr. Ramírez me quedó mirando atentamente, su expresión era de confusión y luego continuó entreverando papeles.
-         Mire Srta., no le estoy preguntando si quiere viajar, le estoy ordenando  y usted… no tiene opción.
-         Pero es que… -suspiré.- supongo que no tengo opción no? Haré lo que usted diga.
Para mi desgracia no tenía autoridad sobre mi misma, mi carácter no me ayudaba, era muy dócil y simplemente me dejaba manipular fácilmente. Aunque casi la mayoría de veces aparentaba seriedad construyendo una dura coraza de altanería y orgullo.
-         Me podría decir, ¿de qué se trata el proyecto exactamente?
-         Claro… siéntese.
Me senté y escuché con una fingida atención los planes de ese proyecto, sólo fingía y fingía escuchar. No quería opinar, no quería dar un punto de vista, no quería dar una contrariedad y sólo hacía gestos de afirmación.
-         ¿Entendió?
-         ¿Ah? Sí sii, usted quiere que vaya a los Ángeles, buscar a dicho cantante y averiguar todo sobre él, ¿verdad?
-         Exacto, usted es una chica inteligente y con la ayuda de Adela, puuff! Será un gran proyecto. Confío en ustedes dos.
Me sonrió.
-         Ok, ¿me puedo retirar?
-         Sí, vaya a seguir con su trabajo y por favor! Organice su tiempo que el viaje es mañana. En cuanto más pronto, mejor.
-         Como diga, con su permiso.
Cuando salí, me percaté de que Adela me esperaba afuera, la miré y le sonreí… ella era la única que podía lograr eso en mí, sólo ella podía romper mi dura coraza de amargura.
-         Bueno pues, viajaremos.
-         Sabía que aceptarías.
-         Hay algo que te quiero preguntar Adelina -así la llamaba yo y sólo yo de cariño.- ¿vamos a la cafetería un rato?
-         Claro, ¡vamos!
Nos dirigimos a la cafetería, para mi suerte, no había mucha gente. Tomamos una mesa, nos sentamos y mi cuestionario dio inicio.
-         Quisiera saber, ¿por qué ese cantante y por qué yo? Tu sabes que a mí no me gusta meterme en esas cosas del espectáculo.
-         Valeria, lo único que te puedo decir es que tener la vida casi completa de Michael sería algo perfecto para el periódico y, ¿por qué tu? Porque le pareciste la más indicada para hacerlo. ¡Vamos! Eres la más joven del periódico, tienes la mente fresca y llena de sensatez. Además, eso te ayudará mucho para desarrollarte en tu especialidad.
Me quedé pensando unos minutos y después de un profundo suspiro, hablé.
-         Tienes razón, voy a hacer ese viaje y ponerle ganas. -le sonreí.- gracias por contestarme, necesitaba escucharte. Ahora, prométeme dos cosas.
-         Dime mi niña.
-         Prométeme que jamás me dejarás sola y que si quiero hacer alguna locura me detendrás contra todo.
Soltó una ruidosa carcajada.
-         ¿Y a qué viene todo esto?
-         ¡Hey! No te rías, no viene a nada… sólo prométemelo.
-         Ok, ok… prometido Valeria Márquez.
Nos echamos a reír un largo rato, pero sentía unas ganas locas de hacerle prometer eso, era como si supiera que en cualquier momento mi vida iba a sufrir cambios  y que de pronto las de hacer cosas imposibles iban a atacar mis pensamientos.
Estuvimos hablando sobre nuestros planes para el viaje a los Ángeles durante un largo rato más y nos percatamos que el tiempo se había ido volando.
-         Adela, son las 6 de la tarde.
Puse cara de asustada y Adela se burló de mi expresión.
-         Pero mira tu cara de miedo Adela!
-         Ya, no te burles! Es que, ¿siempre te tengo que pedir lo mismo?
-         ¿Qué cosa?
-         Que no te burles de lo que hago o digo.
-         Ya Vale, no te enojes… más bien vamos de vuelta para recoger las cosas e irnos.
-         ¿Qué? ¿tan temprano?
-         Tonta! Tenemos permiso para ir a arreglar las maletas, porque si recuerdas… el viaje es mañana.
¿Mañana? No podía creer que dentro de unas horas iba a estar en camino a los Ángeles, sentía que todo estaba pasando de una forma veloz y tenía miedo ya que, como dice el dicho: “lo que rápido viene, rápido se va” y pues… eso era lo que menos yo quería.
Sin más, cada una se dirigió a su oficina, recogimos nuestras cosas y de ahí la invité a cenar a mi departamento.
-         ¿Tu cocinarás?
-         Claro, ¿qué creías?
-         No sé, talvez… pedir comida China o ir a comer hamburguesas.
-         No Adela, esta vez… yo cocinaré. De vez en cuando es bueno comer en casa.
Le guiñe un ojo y le sonreí.
-         Esta bien Vale, lo que tu digas.
-         Pones una cara! Como si te hubiese dicho que te voy a dar basura. -la miré seria.
-         Bueeeeeeno… -se echó a reír.
-         Oye! Vas a ver…
La empecé a corretear en la calle y empezamos a reírnos como dos niñas de 5 años. Después de un largo rato de juego, abarcamos un taxi donde entablamos un conversación agradable con el chofer, quien nos advirtió de los riesgos que podíamos correr en los Ángeles y a la vez de las cosas maravillosas que podíamos encontrar. Su información nos sirvió de ayuda para precaver nuestro atareado viaje.
Después de un largo rato, llegamos a mi departamento y pude ver de inmediato la cara de sorpresa de Adela.
-         ¿Y qué huracán pasó por acá?
-         El huracán “proyecto obligado”, ¿lo conoces?
-         ¿Ah? Este… no. -me sonrió.
Solté una ruidosa carcajada.
-         En fin, ayúdame en la cocina.
-         Y con toda la casa eh…
-         A ja ja! Que chistosa Adela.
Nos dirigimos hacia la cocina y empezamos a preparar la cena.
-         Tallarines, ¿con salsa roja?
-         Es lo mejor que te sale Valeria.
-         Y lo único que sé cocinar. -le guiñé un ojo.
-         Ok, comencemos.
Pasaron las horas y terminamos de cenar, ya eran las 10 de la noche y creí que era muy tarde para Adela.
-         Oye, mejor quédate aquí… ya es muy tarde.
-         Está bien, pero mañana nos ponemos en movimiento ok? -se levantó de la mesa.- uuff! Estoy cansadísima. -bostezó.
-         Ok Adela, yo levanto y lavo los platos… tu anda, búscate algo para que duermas y te acuestas en mi cama.
-         ¿Y… tú?
-         Dormiré en el sillón, no te preocupes por mí.
-         Gracias Vale. -me dio un beso en la mejilla y se fue arrastrando los pies.- hasta mañana.
Me quedé limpiando todo, no tenía sueño y para sincerarme estaba echa un saco de nervios.
Después de un rato, sonó el teléfono… fui corriendo a contestar el teléfono para que el ruido no despierte a Adela.
-         ¿Diga?
-         ¿Srta. Valeria Márquez?
Reconocí al instante la voz y todo mi ser se estremeció.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Capítulo 1: "Valeria."


Allí estaba yo, sentada o mas bien atada a la silla al frente del escritorio, que estaba lleno de papeles, agendas viejas, trabajos terminados y por terminar, lapiceros de todo tipo tirados al azar y gotas de café derramado. Sentía como poco a poco sucumbía al sueño involuntariamente, mi cuerpo estaba tan pesado como un costal de cemento; estaba exhausta, ya no aguantaba más toda esa presión diaria.
Me preguntaba, ¿por qué había escogido la carrera de periodismo? ¿Por qué no había pensado mejor las cosas? ¿Por qué había tomado la decisión tan rápido? Y las preguntas seguían atormentando mi delicado y todavía joven cerebro. Eran las 3 de la mañana y todavía no podía descansar, estaba metida en un proyecto al que me incluyeron contra mi voluntad, no podía negarme, porque si lo hacía me podían echar de ese estúpido trabajo que conseguí desde hace dos años. La paga es aceptable, pero era demasiada presión para una joven de 20 años.
Me liberé de mis pensamientos y quise verme en el gran espejo que estaba al costado del clóset. Pude ver en ese reflejo una chica que no era yo, tenía en mi rostro expresiones marcadas de un presente cargado de estrés y cansancio, mis ojos negros casi tapados por el largo cerquillo que cubría mi frente, estaban hinchados con unas oscuras y notorias ojeras que revelaban la cargada y desordenada vida que llevaba.
Ví mi aspecto desaliñado, mi cabello negro y lacio llegaba hasta más debajo de los hombros, definitivamente descuidé mi aspecto y mi apariencia. Usaba un jean negro descolorido, un polo manga larga gris y unas zapatillas gastadas por el uso que les había dado, solía ir al trabajo lo más cómoda posible, por ese motivo era algo rechazada y nunca en mis dos años como periodista había hecho un reportaje para la visión pública y sólo llegue a trabajar en un no muy conocido periódico.
Estaba pálida, mi rostro había perdido su color natural y con ello había perdido cientos de sueños e ilusiones. Después de un largo rato parada frente al espejo, terminé con mi autoanálisis y me di vuelta, al hacerlo, solo vi como poco a poco mi habitación fue convirtiéndose en la oficina de un empresario desordenado, estresado y al borde del colapso. Miles de papeles formaban una pila sobre la mesa, la lámpara alumbraba mi proyecto sin terminar y vi que todavía me faltaba mucho por hacer; suspiré, me acerqué arrastrando los pies y la apagué. Eran las 3:45 am, sólo tenía menos de tres horas para dormir, me puse la pijama y me metí a la cama, apenas apoyé mi cabeza a la almohada caí rendida a los brazos de Morfeo.
En lo que me parecieron 20 minutos, sonó mi alarma y con una rabia inexplicable la apagué. Me levanté rápidamente y me dirigí al baño para darme una ducha que me ayude a despejar toda la pereza que sentía en esa fría mañana de invierno. Cuando salí, decidí vestirme y arreglarme como una joven “sofisticada”, hasta decidí ponerle color, vida y alegría a mi rostro para sentirme como lo que realmente era: una joven con muchas de vivir y salir adelante pese a las adversidades. Me tomé una taza de café y cogí el taxi hacia el trabajo.
Cuando llegué, me recibió Adela, mi amiga de toda la vida y la única razón por la que yo había huido de mi casa para buscar un mejor futuro aquí en Chicago.
-         ¡wow Vale!  Te ves muy bien hoy día, casi no te reconocí.
-         Vamos Adela, no es para tanto.
Le sonreí y me acerqué a darle un cálido beso en la mejilla. Adela era una chica muy diferente a mi, era alta, con el cabello graciosamente rizado color rojizo. Sus ojos azules alegraban mis días grises y su sonrisa era totalmente encantadora. Ella tenía 25 años y había vivido mucho para su edad, lo suficiente como para ayudarme a resolver mis tontos problemas, me ayudó a escapar de ese abismo en el que yo estaba para traerme aquí, para un… futuro mejor, ya que en el medio en el que yo me encontraba no era bueno para la carrera que yo estaba desarrollando, vivía en un ambiente lleno de violencia e inseguridad. En mi casa, todos los días era el mismo infierno, mi padre era alcohólico y mi madre? No sabía en dónde estaba desde que tenía 5 años, no me acordaba de ella y sólo tenía una foto de su rostro donde expresaba la alegría de estar lejos de ese hogar; hogar lleno de mentiras, pero a la vez de amor, ya que mi padre en sus momentos de sobriedad, pasaba momentos de ternura, amor y cariño conmigo. Tratando de dibujarme un falso mundo de felicidad, fantasías y sueños.
Adela interrumpió mis pensamientos.
-         Valeria Márquez Barrera, te tengo una gran noticia.
-         A…ah? Si, si dime…
-         Bueno, te lo diré en resumen… ¡nos vamos a los Ángeles!
-         ¿Qué? No! Tengo que terminar el proyecto, sino el Sr. Ramírez me botará del periódico.
-         Nononono!  Terminarás ese proyecto ahí si quieres, ese viaje te ayudará bastante en tu carrera mi vida, ¡vamos!  Confía en mí.
¿Y cómo no confiar en ella? Si fue la única que creyó en mi cuando nadie lo hacía, si fue ella la que puso su carrera en jaque y se arriesgó para poder conseguirme un pequeño puesto en esa editorial, ella confió en mi… cómo no hacer lo mismo con ella?
-         Está bien, está bien… lo pensaré.
-         No te vas a arrepentir Vale, confío en tu talento y en las ganas que le vas a poner a esto.
Se acercó para abrazarme.
-         Gracias Adela, te debo mucho.
-         De nada, tu sabes que todo lo hago con amor y todo… todo! Lo hago por ti y sólo por ti. Porque confío en tus capacidades como periodista.
La abracé tan fuerte como pude.
-         Ejem… ¿interrumpo algo?
-         Eh? ¡No, no! Sr. Ramírez, sólo hablaba con la Srta. Valeria sobre el…
-         Ok, ok… está bien Adela -la interrumpió- Srta. Márquez la quiero en mi oficina y usted Adela, termine con el informe que lo necesito para hoy.
-         Como usted diga, Sr. Ramírez.
Me dejó y se fue a terminar con su labor. Detestaba como ese hombre que por desgracia era mi jefe la trataba, ella era una gran periodista, no su secretaria o empleada. Pero él nunca supo apreciar su trabajo.
Me sobresalté y me dirigí a la oficina de mi jefe, el no tenía buena cara y sólo rogaba de que fueran noticias neutrales.
-         Bueno, qué desea Sr.?
-         Tengo una propuesta que hacerle…